IMHUMACION

Siempre que rebobino recuerdos, pienso en lo curiosa que es la mente. En lugar de reproducir los planos, tal como los viví, me los ofrece en tercera persona, desde un punto elevado, casi cenital.

La mayor parte de esas memorias se engloban entre finales de los setenta y los principios de los noventa. Esa época en la que aun no había coleccionado la cosecha de monstruos que, indefectiblemente, cambia tu percepción de la vida.

Teníamos entre quince y veinte años y, con esa edad, te diviertes por decreto, no tienes escapatoria. Curiosamente, cuando tu mente los recupera están llenos de luz y color, pero el final de los setenta y los primeros ochenta es una época donde todo era muy gris y triste. Te ocurre por ejemplo con el descorche social que supuso el Mundial 82. Te acuerdas de Schumacher, Paolo Rossi, Zico, Boniek y Battiston, y tu imaginación asciende al no va más.

Pero si te detienes a escrutar las imágenes empiezas a encontrarte con gente con cuello de cisne, chaqueta de pana, bigote preconstitucional, y la revista Lib escondida en el bolsillo interior de la chaqueta. Te das cuenta que lo tienes mitificado, porque, en realidad, todo se muestra muy antiguo y pasado, como si, con los ojos de ahora, te costará entender que pudiera haber ocurrido.

Vives la misma sensación que al observar un palo recto hundido en el agua. La mirada percibe una imagen torcida con luz granular y ondulada cuando es lineal y compacta.

Pero me queda una satisfacción, los recuerdos de aquella grisura son plenamente míos y nunca impostados. Lo que no ocurrirá con los que guarden mis hijos de lo que está ocurriendo justamente en estos momentos.

Nuestra generación cuenta con la ventaja de que no todo se miraba con lupa y que la difusión de lo que nos ocurría era la mínima y no lo amplificaban las macilentas Redes Sociales construyendo una verdad oficial ya para el siguiente despertar. Antes, llenabas el teatro de tu ciudad en una representación, te hacías con el premio de redacción de Coca Cola, dabas un beso furtivo a la chica que no te habías podido quitar de la cabeza los 180 días anteriores o ganabas el campeonato provincial de fútbol o basket, y al día siguiente no había ni una foto, ni un comentario.

A lo mejor dos días más tarde salía un artículo en el periódico de diez líneas o lo del beso lo escribían en una de esas notas apócrifas que rulaban por la clase y ya está.

Lo de ahora es que si un grupo toca en un garito con diez personas, las hippijies inician su temporada de Brunch, subes al Pagasarri un domingo por la mañana o tu hijo mete el gol que supone el 11 0 en un partido amistoso, al día siguiente hay 200 fotos, 20.000 comentarios. Parece que han tocado en el Madison Square Garden, hollado el Chomolugma O marcado en la prórroga del mundial en el Maracaná de 1950. La plebe se retroalimenta.

Y eso afila el ego del grupo. Con lo que se sepulta la realidad y se borran los recuerdos.

Que quedan inhumados, no como los nuestros que, al menos, nos pertenecen con todas su caspa.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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