EL TORERO DE LA CALLE

Un integrante del escuadrón astorquiano mantenía que, si quieres tener paz espiritual, abstente de hablar de fútbol con Miguel Jones y de toros con Herrerita. Nunca le hice caso y eso que me llevo a conocerle.

Romualdo Manuel Alonso Herrera, de patronímico taurino, Herrerita.  Rocambolesco. En trazas, sentimiento y actuación. Tanto, que tuvo dos bautismos el mismo día, el 18 de agosto. El sacramental en el año 1947, en la iglesia de Torre Urizar, tras nacer un caserío de la calle Eskurze, esa en la que también desprecintara la vida otro cromo de la colección de taurinos de Bilbao como fue Segundo Arana. Sus padres procedían de León y de Cantabria, fruto de aquel desembarco de aluvión que tanto refrescó sangre y costumbres de nuestra villa.

El taurino, veintisiete años después, en la cenicienta arena de Vista Alegre durante las Corridas Generales (CCGG) de ese año. Delante de una de Pablo Romero. Mixta, que también en aquellos tiempos se estilaban Han pasado cincuenta años y hay que ponderar adecuadamente la efeméride.

Su trayectoria taurina tuvo como característica la irregularidad. Tras participar en los ciclos de novilladas que se organizaban en Vista Alegre en la década de los sesenta, consiguió verse encartelado en Madrid en el año 1973. Después de doctorarse, toreó ocasionalmente en Logroño, Santoña o Vitoria en la segunda mitad de los setenta, en la que formo parte de las combinaciones de CCGG de los años 1977, 1979 y 1980.

Tras esta última comparecencia, en la que recuerdo actuaron a sus órdenes, los componentes de la llamada cuadrilla del arte, (que contrataba en bloque para los matadores Manolo Chopera para enriquecer el espectáculo) formada entonces por Curro Álvarez y Manolo y Pepe Ortiz, decide ser el torero por antonomasia de la calle de Bilbao, ya que no pudo serlo de su plaza.

En esas contradicciones que tanto enriquecen la vida, siendo torero del norte, derrochó pundonor y  cierto pellizco. No obstante, eran tiempos de mucha competencia, Paco Camino, Manzanares, Paquirri o El Viti por lanzar un póquer y el del barrio de Irala se tuvo que refugiar en el burladero de la vida diaria tras casarse en la capilla de Vista Alegre en 1981.

Un metraje vital exprimido y callejero le ha granjeado peores cornadas en la vida que en el ruedo, para lo que ha tenido que sacarse al toro para las afueras en más de una ocasión. Cualquiera que haya alternado por Bilbao más de veintidós minutos se lo ha cruzado. Enjuto y enhiesto, probablemente por la preponderancia del gen castellano, arrastra una maleta como si fuera el esportón que atesora los trastos. Repeinado, sigue gastando trazas de torero de hierro legítimo y se envanece ufano cuando alguien, de los pocos que aun le recordamos, le llama maestro.

Mirada profunda, como la de casi todos los que han matado toros y han sentido de cerca la víspera del miedo, no puede ocultar un alma tunante que, a poco que le acortes las querencias, saca a pasear.

Mantiene, entre muchas otros postulados taurinos, que Paula fue mejor torero que Curro Romero. A poco que le lleves la contraria, enjareta al aire el ramillete de verónicas que el gitano jerezano endosara al Santa Coloma de Martínez Benavides en la Feria de Otoño de 1987 y la eleva al Olimpo del toreo artista a despecho de las del Faraón de Camás.

Ha cultivado el toreo de salón en las calles de Bilbao mucho más que en los ruedos. Y eso le ha convertido en el torero práctico de la Villa, verónicas en la barra del Indusi, en la calle de los bares de Indauchu, en la parte alta de Ledesma, donde un garito le tiene inmortalizado, en la Taberna Taurina de Vicente De Godos, o en los garitos aledaños de la Plaza de Toros. En las afueras, porque dentro ya no le permiten torear.

Ni siquiera de salón.

Aunque todo el mundo sepa que es Herrerita. El torero de la calle de Bilbao.

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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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