ASTRQUI VIVE CARAJO

Cincuenta años habían pasado ya desde la alternativa de Herrerita. Nunca se lo confesé a nadie, pero ese día me quedé en casa para no ver ni escuchar nada de lo que ocurriera en Vista Alegre. La envidia me corroía. Que aquel renacuajo, siete años más joven, consiguiera lo que yo no había sido capaz no me cabía en la cabeza. Además, con una de Pablo Romero, de lo que más funcionaba en aquella época.

Me notaba especialmente refunfuñón en una época, las vísperas de las Corridas Generales, en la que, de costumbre, reaparecían las mariposas en el estómago ante la semana para mí más esperada. Aquella en la que, desde mi retirada, trabajaba como chico para todo en la plaza, lo que me terminaba costando una legión de embargos de todos aquellos lilas que un día se dejaron embaucar por mis trapacerias.

Pero este 2024, había encadenado un par de discusiones a voz en grito con los parroquianos del Izarra, que me echaban en cara haberme convertido en un agonías. Y todo porque las combinaciones de este año no me habían convencido. Demasiado caballito, con ese engendro de la mixta, y todo gravitando sobre el tirón taquillero del peruano y el merengue de las despedidas (cuando ya se sabe que torero de despedida, torero en huida).

Cuando nadie quería más la fiesta en Bilbao. No en vano había empeñado toda mi vida, tres ex-mujeres y cinco hijos lo pagaron con creces, en demostrar que ser taurino, y vivir consagrado a la afición, era el mayor de los dones que me podía otorgar la naturaleza.

A salvo de la alternativa de Herrerita o de algún compromiso coincidente durante los tiempos en los que me metí a mozo de espadas para estar más cerca de un pitón (y trincar algo para saciar la colección de vicios y debilidades) no me recordaba faltando a un festejo celebrado en Vista Alegre. Ya fuera la actual, o la que ocupaba el mismo lugar en 1962, después de que la dejará ardiendo mi compadre El Cordobés, aquel día de septiembre de 1961 en la que me rompí las manos de aplaudir a mi amigo

Pero es que lo que provocó el bochinche con mis comilitones es que me abrasa el corazón que programen corridas en las que, tal y como están las cosas, los tendidos iban a estar, en el mejor de los casos, medio vacíos, lo que suponía un empacho para el buitre antitaurino. Y, aunque no tenga más estudios que los dé la escuelita de Otxarkoaga y la formación recibida durante ocho décadas en la Universidad de la calle, no soy capar siquiera de intuir como se acartelan, como si fuera la repetición de un credo en la misa de doce, a media docena de toreros que dejaron de tener interés en tiempo del destierro de Unamuno a Fuerteventura.

Cuando se olvidan de otros que llevan mordiendo delante del de las barbas tanto y más como para ganarse su oportunidad. La misma que me terminaron lconcediendo tras atrincherarme en la puerta de la Plaza de Toros de Granada, junto al actual asesor artístico de Las Ventas, el bueno de Pedro “El Madriles”.

Cuando casi llego a las manos, tras escupir al serrín del suelo del bar la colilla del purito, algo que hago sólo en momentos de atragantón extremo, es cuando comenzamos a hablar del elenco de ganaderías.

Esa contumacia en contratar a la parte más sumamente bonancible del encastre Domecq, Cuvillos, Victorianos y lo de Daniel Ruiz. Y por si fuera poco consecutivas como un pasodoble. Igual que si no quisieran dejar cicatrizar la herida del aficionado turista de los de toda la vida, y que haga más profunda. De presentación ni hablamos, que ya se vió el año pasado el bajón que había dado el trapío de lo que una vez fue el toro de Bilbao.

Sólo nos salva de la quema, la señora Dolores, y para joderlo del todo, lloverá como siempre para aguacharla. Y lo de Gallardo que sigue teniendo caja y un motor especial. De martes a domingo, como las tapas del Pan Bimbo.

Lo que realmente me apena es que aquellos con los que casi acabo a tortas son, o acaso eran, buenos aficionados. Angelitos que ven la fiesta tan frágil que la transportan en la parihuela de la media verdad y el espíritu acrítico. El miedo les hace embestir a quien les lleva la contraria como hacían los nazis con los derrotistas. Es mejor no escuchar la realidad, que puede que me haga pensar y se me caiga el tótem.

No se dan cuenta de que se convierten en pesebreros, cuando, quien cuenta con un mayor bagaje jalando en pesebres ajenos e impostando la lealtad del perrillo agradecido agitando las orejillas soy yo.

Pero eso era alimenticio, lo hacia por pura subsistencia y necesidad crematística. Nunca me lo llegué a creer.

Pero yo era Cocherito de Bilbao II. Y siempre ha habido niveles.

Por eso me jodió tanto que Herrerita tomara la alternativa.

Juan Astorqui Cánovas (4-9-1940-21-9-2016)


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Acerca de Asier Guezuraga Asier Guezuraga Ugalde, nació en Busturia el 9/4/1972. Pasó su juventud en pleno corazón de la Bizkaia profunda, la villa de Gernika, de cuyos recuerdos se nutre este blog. Taurino irredento, hace compatible su odio al fútbol moderno siendo hooligan del Gernika Club, el mejor equipo del mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, Juntaletras de novela negra con dos novelas publicadas, apasionado del baloncesto, cocinillas y sobre todas las cosas, muy frikie.
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