SEXTA DE CCGG: JESUS

La cosa estaba cantada sin necesidad de ser un pitoniso de esos que acarician la bola de cristal cubierto con un turbante. Lo de Daniel Ruiz  tenia en Bilbao menos sentido que vestir an Elvis Presley de lagarterana. 

Pero ya se sabe que nuestra nunca suficientemente ponderada Biva y sus cabestros mandaron al campo a una legión de oteadores y veedores y se trajeron envuelto en papel cebolla, tres toneladas de estiércol ganadero. Porque eso era el fondo que anidaba en los semovientes integrantes del disparate ganadero perpetrado ayer en Vista Alegre.

Hemos pasado el suficiente tiempo desperdigado por esos tendidos de Dios como para ser plenamente conscientes de que en esta fiesta hay días en los que el niño se pone de nalgas y no hay posibilidad de insuflarle vida ni con los forceps del gato hidráulico. Pero la ponzoñosa presentación del encierro no es algo  disculpable y  durante estas CCGG está ocurriendo como en las riñas de pareja, que cuando parece imposible, el día siguiente puede irte aun peor y discutir por una chorrada mayor.

Los seis marmolillos, que no sirvieron ni para ser devueltos, fueron escogidos y tuneados con la idea de que no diesen demasiado el cante por hechuras, ni metiesen mucho miedo por su condición. Y que si tenían que embestir lo hiciesen sin dar problemas, o que a lo sumo se parasen, sin ni siquiera llevar a los matadores  a invadir los terrenos de las vísperas del miedo.

Confío en que los cerebros clarividentes de los rectores de Biva hayan proscrito esas excursiones que presidencia y asesor veterinario realizaban otrora a las ganaderías para garantizar que el pedido legaba al gusto del cliente. De lo contrario, habría que descubrir el destino real de la comitiva debido a lo anovillado y cochambroso  en cuanto a su aspecto  de un pedido que se granjeó hondas rechiflas del soberano pueblo. 

Porque la tarde, desde la óptica del ganado, fue un akelarre antitaurino de los gordos. Un espectáculo indecoroso en el que unos animalejos iban por aquí y por allí con toda la pena y ninguna gloria, trastabillando, como el borracho que vuelve a casa haciendo eses y sin mostrar ni una sola de las características de lo que es un toro de lidia.

Debajo del Tendido 6 guarecido en el burladero de mayorales, me imagino se escondería el titular abochornado porque los seis hermanos hubieran sido la irrisión, Buscando cómo defender el honor de la divisa teniendo como juego de mano unas embestidas indecentes y unos trotes cochineros,

No se les picó porque había que elegir entre que el toro se mantuviese en pie o traer el autobús de los Donantes de Sangre para transfundirles plaquetas por doquier. Si se hubiese llegado a picar de verdad, no sale ninguno vivo y al Presidente, don Matías González, le salen agujetas en el brazo de tanto sacar el pañuelo verde.

Con estos hilvanes es difícil tejer un relato de lo que hicieron los toreros. Sólo podemos decir que Bilbao se despidió de Ponce con la galanura que correspondía y que Roca Rey busco como un zahorí la reserva de bravura de un quinto que era una piltrafa. Respecto a Aguado es difícil entender qué de malo le habíamos hecho las 10.000 almas que ocupábamos los tendidos para que alargase la turra a las 20:30 de la tarde tras una faena sobre la que no podemos hablar de altibajos porque todo en ella fue bajo.

Me quedó con ese regüeldo que se escucho al fin de la corrida desde el tendido de los sastres ¿Dónde está el toro de Bilbao?

Esta claro que ni estuvo ni está ni estará en la simiente de los Danielruizes.

¿Y no lo sabían?