OCTAVA DE CCGG: VIRUMBRALES

Fue tarde de olores. El tufo a animal que inundaba los tendidos y el aroma a importancia de lo que estaba ocurriendo en el albero.

También tarde de penduleos. Comoquiera que la grey andaba mosqueada después de una feria macilenta en lo ganadero, llegó, a modo de reacción vindicativa, una explosión de jubilo desproporcionada.

Porque, por mucho que todos los toros fueran aplaudidos de salida como si se tratara de un desfile en la Pasarela Cibeles, y algunos vitoreados en el arrastre con la fuerza que merecería un toro de vacas, el encierro fue desigual de presentación y le faltó clase por arrobas.

Pero se trata de celebraciones justificadas. Porque desbordan la individualidad, la soledad, la desesperanza que nos ha invadido durante esta semana a todos aquellos que sentimos Bilbao como propio. El desborde que se nos ha colado por la gatera de unas CCGG que reflejan un espectáculo muy distinto de aquel con el que nos criamos.

El gran logro de la corrida, que no es baladí, es que inundó los tendidos de emoción. Así como en los días anteriores podías perfectamente aprovechar las dos horas para eliminar las fotos que te anegan la memoria del teléfono o programar la alarma del movil esta tarde ninguno de los presentes podíamos desviar la atención de lo que estaba ocurriendo en el ruedo.

Y que tuvo como cúspide la actuación de Damian Castaño en el quinto (sobrero ante la devolución del titular que constituye un enigma después de no haber devuelto a media docena de ejemplares con menos adherencia al albero que un flan Dhul) que guardaba algo de metáfora. De la batalla interior que llevaba anidando en el corazón del aficionado de Bilbao para la que el salmantino nos dio razones para seguir creyendo. Al demostrarnos que, cuando carbura el mecanismo del alma, no cabe rendición.

Entendió pronto que estaba delante era un billete de ida sin vuelta y cruzó la raya de la sinrazón para imponerse en la gresca a fuego vivo que mantuvo con el sobrero, negro como una noche sin luna, largo como un mercancías, alto de agujas como la torre de los franciscanos y con intenciones más aviesas que las del representante local del partido animalista.

Porque la autenticidad de lo que estaba ocurriendo a los pies del Tendido 5 hizo que, a todos los presentes, el corazón se retrajera como una anémona y ese sentimiento es una de las razones por las que nos conquistó un día esta bendita afición. Se llevo una de las orejas mas merecidas de las que se puedan cortar en Bilbao de aquí para los restos.

Robleño no termino de ajustarse con su primero pasando por la tarde un gesto de oficinista gris de los que salen en los cuentos fantásticos pero sin la suerte de que le sucedan cosas extraordinarias.

Mientras tanto, a Garrido se le escapó por el sumidero el toro con mas posibilidades por no cruzar esa misma línea. Parecía como si quisiera torearlo como hacia con los de las ganaderías rumbosas con las que una vez a le programaron. Como no se puede vivir pimponeando contra la pared del tiempo, entendió que con un solo fracaso le bastaba. Pero el sexto no le dio pie. Me imagino que le habrá dicho al apoderado que no quiere ni una más de estas y que este le habrá contestado, pues tampoco tenemos ninguna de las otras.

Acabó un año más y nos queda uno menos para buscar la salida del dédalo. Se habla de mexicanos en desembarco y de Choperas en huida, pero nos suena a las gallinas que entran por las que salen.

Porque no se habla de lo relevante. De donde está el Toro de Bilbao.