MEMBRANAS

Agosto es un mal mes para las prisas que acostumbran a llegar en septiembre.

Así que, en el interregno me he puesto a pensar en aquello que nos rodea y es exactamente al revés de la forma en la que te lo presentan. Como llevar la contraria y ponerte a pensar es muy cansado la mayoría nos dejamos llevar por la corriente porque, al fin y al cabo, el pertenecer al aluvión te hace vivir calentito.

Es lo que llaman los condicionantes psicológicos que se utilizan en las ciencias sociales desde hace una pila de años. El principal es el asegurar que es algo que todo el mundo piensa, cuando en realidad lo hace solo una minoría que pretende inducir a que todo el mundo lo piense. La clave está en hacerlo gota a gota para que empape sin chorrear, ya que así no se percibe esa constante manipulación.

Ocurre por ejemplo con los toros. Los taurinos, seremos más o menos, pero algunos somos, y solo por pertinaces, coriáceos y llevar la contraria a la modernidad destinando buena parte del peculio.al pago de entradas algún peso debiéramos de tener (sobre todo peso porque solemos ser de romana generosa).

Al contrario, estamos sujetos a una batahola de vituperios por los cuales la única posición moralmente aceptable es la de decretar la extinción de la fiesta en una rendición parecida a la que quería proponer el Coronel Casado en marzo de 1939.

Se nos presenta como una banda de individuos amorales que deben de apostatar de esa malformación social, despojos de la antigüedad no integrados en la modernidad, que no solo debemos desaparecer, sino que nos exigen pasar por debajo del futbolín, como cuando en el poblado dejabas a cero a la pareja rival.

Es una polución atmosférica que cala a esa tercera España, cada vez más numerosa, a la cual los toros les importan un guano, pero dentro de esa indiferencia les importa tanto como la dieta calórica de un ficus que nos guste perder la tarde en la solana a la búsqueda de un natural.

Lo que ocurre con nosotros es lo mismo que cuando alguien, al empezar un discurso o una intervención, anuncia que va a ser breve, sabes que te espera un latazo.  O lo que ocurre cuando en una entrevista alguien se atreve a hacer gala de su humildad, que disfraza la soberbia que supura. O por poner otro ejemplo, cuando alguien te espeta solemne que te va a decir toda la verdad, vete preparado para que te suelte una mentira o, en el mejor de los casos, su verdad.

Es por eso, por lo que cada vez me gusta más traspasar las membranas de los posicionamientos con los que me rocían para ponerme justo al otro lado.  En verano me pongo tapones de oídos y antifaz para apostatar de las puestas de sol, los amaneceres y las calas paradisiacas con que me disparan en la ponzoña de las Redes Sociales.

Y, cuando el verano acaba, me acerco con Chica9, como he hecho este fin de semana, a esnifar la autenticidad de la capital de provincia pequeña y los extrarradios de barrios de aluvión. Con su proliferación de edificios, el desordenado muestrario de materiales malos, reformas atroces y sus balcones miserables.

Con cables de luz y teléfono restañados por las múltiples averías y enganches ilegales. Esos petachos que atraviesan los postes y la maraña de cables que te sobrevuelan la cabeza alcanzan valor de peineta castiza a las nuevas tecnologías.

Me encantan esos paisajes afrentosos, ese escupitajo en el ojo a la modernidad. Quizás porque esconden un corazón y espero  en lo más profundo de mi ser que en esas calles se críe la gente con mando en ese futuro que no me apetece ver.

Las membranas son vuestras.